1 de enero de 2011

Valentín Llanos y sus Memoirs of a Spaniard

En un par de ocasiones he visitado la casa londinense del poeta inglés John Keats (1795-1821) y desde el principio llamó mi atención el retrato de Fanny Keats, hermana del poeta, a cargo del pintor Juan Llanos y Keats, hijo de la misma retratada y de un vallisoletano llamado Valentín Llanos. 
 
John Keats.
En realidad, el emigrado liberal Valentín Llanos Gutiérrez (1795-1885) trabó amistad en Roma con John Keats, a quien atendió en los últimos días de su prematuro fallecimiento en 1821. Se trasladó, posteriormente, a Inglaterra y en 1826 contrajo matrimonio con Fanny Keats, hermana del poeta.

A la muerte del infausto Fernando VII en 1833, Llanos regresó de su exilió y el matrimonio se estableció definitivamente en España (Fanny Llanos de Keats falleció ya octogenariaen Madrid en 1889).

Durante sus años en Inglaterra, Llanos publicó un par de novelas ¡escritas originalmente en un impecable inglés! La más conocida fue la primera de ellas, Don Esteban or Memoirs of a Spaniard written by himself (1825), narración de carácter autobiográfico, donde se relatan las aventuras de un joven héroe desde la Guerra de la Independencia hasta el levantamiento de Riego.

Keats House Exterior por Dennis Gilbert, 1995.
Posteriormente dio a la imprenta su segunda novela, Sandoval or the Freemason (1826), centrada en los intentos de restauración liberal en España entre 1814 y 1820. E incluso llegó a iniciar una tercera novela, inédita, The Spanish Exile, sobre el destierro de los liberales españoles.

Asimismo, Llanos tradujo al inglés las Memorias del aventurero gaditano Juan Van Halen (1788-1864) en dos volúmenes con el título genérico de Narrative of Don Juan van Halen's imprisonment in the dungeons of the Inquisition at Madrid, and his escape in 1817 and 1818; to which are added, his journey to Russia, his campaign with the army of the Caucasus, and his return to Spain in 1821 (1827 y 1830). [i]

Fanny Keats por Juan Llanos y Keats, 1880.
La vida de Juan Van Halen daba, desde luego, para un trepidante relato de aventuras y no es de extrañar que, años después,  Pío Baroja escribiese una biografía del mismo personaje: Juan Van Halen, el oficial aventurero (1931).

Tras su regreso a España, Llanos no continuó su carrera literaria, de manera que escribió prácticamente toda su obra en inglés.

Otro novelista español de la época que se expresó principalmente en lengua inglesa fue Telesforo de Trueba y Cossío (1799-1835), quien cultivó con éxito el género histórico-legendario en la línea de Walter Scott.

Sin embargo, tras una inicial serie de novelas ambientadas en historias y leyendas medievales castellanas, decidió dedicar sus esfuerzos  al género de costumbres españolas contemporáneas con The Incognito (1831) y Salvador the Guerrilla (1834)

Fanny Keats por Elena Brockman, 1890.
Con sendas carreras literarias desarrolladas plenamente en inglés, Llanos y Trueba fueron los primeros novelistas españoles en abordar la novela de tema histórico y costumbrista en relación con hechos acaecidos durante su experiencia vital. Sin embargo, el camino que emprendieron no encontró continuadores en nuestras letras hasta, tal vez, la segunda mitad del siglo XIX.

Es cierto que ambos son considerados como pioneros de la novela histórica española y, desde luego, una extensa nómina de autores cultivaría posteriormente el género de novela histórica ambientada no ya en acontecimientos contemporáneos sino en lejanas épocas de nuestra historia: López Soler, Larra, Espronceda, Martínez de la Rosa, Gil y Carrasco, etc.

Juan Van Halen.
Paralelamente a esta novela histórica de corte romántico, se desarrollaría también el cuadro de costumbres de Mesonero Romanos y Estébanez Calderón, consistente en escenas descriptivas carentes, por lo general, de elementos narrativos.

En realidad, hasta María o la hija de un jornalero (1845) de Wescenlao Ayguals de Izco (1801-1873), la novela española no volvería a la senda iniciada por Llanos y Trueba, interesándose de nuevo por narrar sucesos recientes y exponer ideas actuales.

De tal forma, que se puede afirmar que en un período de nuestra historia tan agitado y convulso como la primera mitad del siglo XIX, no existió en España una novela que observara y reflejara la realidad contemporánea.

Telesforo de Trueba y Cossío.
Resulta, así, penoso constatar que en unos años de tan dramáticos avatares históricos como la Guerra de la Independencia, los vaivenes políticos del reinado de Fernando VII, la primera Guerra Carlista, etc., nuestras principales figuras literarias permanecían ajenas en su creación literaria a su propia realidad circundante y preferían dedicar su obra a romances medievales y costumbrismos pintorescos.

Algún día volveremos a reflexionar sobre las causas de este desinterés por la cercana experiencia vital en la literatura de la época; por hoy, nos limitaremos a lamentar la grave pérdida de apasionantes narraciones que podrían habernos legado los verdaderos testigos de aquel revuelto período de nuestra historia.

Así, por ejemplo, mientras que en la literatura inglesa, al calor de las campañas de Wellington en nuestra Guerra de la Independencia (1808-1814), florecía un género literario conocido como “Peninsular War novels”, en la literatura española, en cambio, habrá que esperar a escritores que no vivieron la guerra directamente, como Galdós o Fernán Caballero, para encontrarnos con las primeras narraciones sobre el conflicto bélico.

Juan Van Halen.
Sin embargo, en este blog sostendremos la creencia de que los españoles de la época también escribieron sobre sus experiencias personales de la Guerra, sólo que en vez de hacerlo en su obra literaria pública, sin duda, optaron por reflejar sus vivencias en cartas, memorias, diarios, etc.

De manera que una parte hasta ahora considerada marginal de los escritos de aquellos años tendría, seguramente, más interés para el lector actual que la obra consagrada en los manuales de literatura.

Sirva de ejemplo, a este respecto, un pequeño extracto de las Memoirs of a Spaniard… de Llanos, donde se narra un incidente sucedido en los preparativos de la batalla de Cabezón de Pisuerga (cerca de Valladolid), que el general Gregorio García de la Cuesta habría de librar contra los franceses al principio de la contienda, en junio de 1808:

“Es doloroso recordar cuántos hombres inocentes fueron sacrificados a la furia loca de un pueblo siempre dispuesto a exonerarse  a sí mismo y atribuir sus derrotas a la traición de sus dirigentes, cuando a menudo éstas surgían de su propia falta de disciplina. Cevallos, un general que había sido encargado del comando de Segovia y que no pudo evitar que los franceses tomaran posesión de esa ciudad (no, sin embargo, debido a su pretendido entendimiento con el enemigo, sino por la inferioridad de sus tropas), cayó en Valladolid por las manos de la turba, unos días antes de que Cuesta diera batalla en los altos de Cabezón.

Desastres de la Guerra, número 39, Goya.
Tan pronto como este último general averiguó que Cevallos corría peligro de ser sacrificado por la furia popular, había enviado a Ávila, donde éste a la sazón se hallaba, un grupo de caballería con órdenes de llevarle sano y salvo a su presencia a fin de poder juzgarle, pero principalmente con la intención de protegerle de la ferocidad de la gente. Cevallos partió de esa ciudad acompañado por su esposa e hijos y escoltado por los escasos soldados de caballería que habían sido enviados en su búsqueda. En su camino a Valladolid, sufrió un millar de insultos y más de una vez estuvo su vida en peligro. Al llegar a media milla de Valladolid, el desdichado hombre, como presintiendo el destino que le aguardaba tras las puertas de la ciudad y deseando evitar a su infeliz esposa la horrible visión de su muerte, se apeó del vehículo y, montando sobre un caballo de silla, apresuró su camino, escoltado tan sólo por dos soldados y permaneciendo el resto del destacamento alrededor del carruaje. La noticia de su venida ya se había extendido por toda la población y una multitud de la más baja chusma se había apresurado hacia las puertas de la ciudad. No bien hubo entrado cuando una de las mujeres del mercado lanzó a su cabeza una gran piedra, que por desgracia le golpeó en la sien y le descabalgó. De inmediato una masa de personas, provistas de toda suerte de armas, cayó sobre su postrado cuerpo y en menos de cinco minutos éste se convertía en un cadáver mutilado. ¡Difícilmente será creíble, tal vez, que uno de estos tigres en forma humana, después de apuñalarle con su cuchillo, bebió de la sangre que manaba de la herida! ¡Su pálida esposa entró en la ciudad poco después y el bárbaro populacho, exultante en su crueldad, la recibió con los amputados miembros de su marido clavados en pértigas, estacas, espadas y puñales! A tal grado de locura había llegado la salvaje efervescencia del sentimiento popular”. [ii]

Pocas veces la literatura española ha ofrecido una visión tan vívida y descarnada de nuestra Guerra de la Independencia contra el francés..


Habrá que bucear en la obra inglesa de Llanos, de Trueba, en las memorias de Van Halen, en otras memorias, diarios, epistolarios, etc., para encontrar el relato directo y sincero de aquellos turbulentos años de la vida española.


[i] Narración del cautiverio de don Juan Van Halen en los calabozos de la Inquisición en Madrid, y su fuga en 1817 y 1818; a los que se agregan, su viaje a Rusia, su campaña con el ejército del Cáucaso, y su regreso a España en 1821.

[ii] Traducción propia del texto original en inglés:  “It is painful to record how many innocent men were sacrificed to the mad fury of a people always ready to exonerate themselves, and attribute their defeats to the treachery of leaders, when often they arose from their own want of discipline.—Cevallos, a general to whom the command of Segovia had been intrusted, and who was unable to prevent the French from possessing themselves of that city, (not, however, from his pretended understanding with the enemy, but from the inferiority of his troops,) fell in Valladolid by the hands of the mob, a few days before Cuesta gave battle in the heights of Cabezon. As soon as the latter general found that Cevallos was likely to be sacrificed to popular fury, he had sent to Avila, where he then was, a party of cavalry with orders to convey him safe to his presence, and have him tried; but principally with the intention of screening him from the ferocity of the people. Cevallos set off from that city accompanied by his wife and children, and escorted by the few cavalry soldiers who had been sent in search of him. In his way to Valladolid he suffered a thousand insults, and more than once had his life attempted. On coming within half a mile of Valladolid, the unfortunate man, as if foreseeing the fate that awaited him within the gates, and wishing to spare his unhappy wife the horrible sight of his death, alighted from the carriage, and mounting a saddle horse, pushed forward escorted by only two soldiers, the rest remaining round the carriage. The news of his approach had already spread throughout the city, and a crowd of the lowest rabble hurried along to the city gates.  No sooner had he entered, than one of the market women cast a large stone at his head, which unfortunately struck him on the tem­ple and brought him down. Immediately a mass of people, armed with all sorts of weapons, fell on his prostrate body, and in less than five minutes it was a mangled corpse.  It will scarcely be credited, perhaps, that one of these tygers in human shape, after stabbing him with his knife, drank of the blood that gushed out from the wound! His fainting wife entered the city shortly after, and the barbarous populace, exulting in their cruelty, received her with the severed limbs of her husband stuck on poles, sticks, swords, and daggers! To such a pitch of frenzy had the wild effervescence of popular feeling arrived”.