En un par de ocasiones he visitado la casa londinense del poeta inglés John Keats (1795-1821) y desde el principio llamó mi atención el retrato de Fanny Keats, hermana del poeta, a cargo del pintor Juan Llanos y Keats, hijo de la misma retratada y de un vallisoletano llamado Valentín Llanos.
John Keats. |
A la muerte del infausto Fernando VII en 1833, Llanos regresó de su exilió y el matrimonio se estableció definitivamente en España (Fanny Llanos de Keats falleció ya octogenariaen Madrid en 1889).
Durante sus años en Inglaterra, Llanos publicó un par de novelas ¡escritas originalmente en un impecable inglés! La más conocida fue la primera de ellas, Don Esteban or Memoirs of a Spaniard written by himself (1825), narración de carácter autobiográfico, donde se relatan las aventuras de un joven héroe desde la Guerra de la Independencia hasta el levantamiento de Riego.
Keats House Exterior por Dennis Gilbert, 1995. |
Asimismo, Llanos tradujo al inglés las Memorias del aventurero gaditano Juan Van Halen (1788-1864) en dos volúmenes con el título genérico de Narrative of Don Juan van Halen's imprisonment in the dungeons of the Inquisition at Madrid, and his escape in 1817 and 1818; to which are added, his journey to Russia, his campaign with the army of the Caucasus, and his return to Spain in 1821 (1827 y 1830). [i]
Fanny Keats por Juan Llanos y Keats, 1880. |
Tras su regreso a España, Llanos no continuó su carrera literaria, de manera que escribió prácticamente toda su obra en inglés.
Otro novelista español de la época que se expresó principalmente en lengua inglesa fue Telesforo de Trueba y Cossío (1799-1835), quien cultivó con éxito el género histórico-legendario en la línea de Walter Scott.
Sin embargo, tras una inicial serie de novelas ambientadas en historias y leyendas medievales castellanas, decidió dedicar sus esfuerzos al género de costumbres españolas contemporáneas con The Incognito (1831) y Salvador the Guerrilla (1834)
Fanny Keats por Elena Brockman, 1890. |
Es cierto que ambos son considerados como pioneros de la novela histórica española y, desde luego, una extensa nómina de autores cultivaría posteriormente el género de novela histórica ambientada no ya en acontecimientos contemporáneos sino en lejanas épocas de nuestra historia: López Soler, Larra, Espronceda, Martínez de la Rosa, Gil y Carrasco, etc.
Juan Van Halen. |
En realidad, hasta María o la hija de un jornalero (1845) de Wescenlao Ayguals de Izco (1801-1873), la novela española no volvería a la senda iniciada por Llanos y Trueba, interesándose de nuevo por narrar sucesos recientes y exponer ideas actuales.
De tal forma, que se puede afirmar que en un período de nuestra historia tan agitado y convulso como la primera mitad del siglo XIX, no existió en España una novela que observara y reflejara la realidad contemporánea.
Telesforo de Trueba y Cossío. |
Algún día volveremos a reflexionar sobre las causas de este desinterés por la cercana experiencia vital en la literatura de la época; por hoy, nos limitaremos a lamentar la grave pérdida de apasionantes narraciones que podrían habernos legado los verdaderos testigos de aquel revuelto período de nuestra historia.
Así, por ejemplo, mientras que en la literatura inglesa, al calor de las campañas de Wellington en nuestra Guerra de la Independencia (1808-1814), florecía un género literario conocido como “Peninsular War novels”, en la literatura española, en cambio, habrá que esperar a escritores que no vivieron la guerra directamente, como Galdós o Fernán Caballero, para encontrarnos con las primeras narraciones sobre el conflicto bélico.
Juan Van Halen. |
De manera que una parte hasta ahora considerada marginal de los escritos de aquellos años tendría, seguramente, más interés para el lector actual que la obra consagrada en los manuales de literatura.
Sirva de ejemplo, a este respecto, un pequeño extracto de las Memoirs of a Spaniard… de Llanos, donde se narra un incidente sucedido en los preparativos de la batalla de Cabezón de Pisuerga (cerca de Valladolid), que el general Gregorio García de la Cuesta habría de librar contra los franceses al principio de la contienda, en junio de 1808:
“Es doloroso recordar cuántos hombres inocentes fueron sacrificados a la furia loca de un pueblo siempre dispuesto a exonerarse a sí mismo y atribuir sus derrotas a la traición de sus dirigentes, cuando a menudo éstas surgían de su propia falta de disciplina. Cevallos, un general que había sido encargado del comando de Segovia y que no pudo evitar que los franceses tomaran posesión de esa ciudad (no, sin embargo, debido a su pretendido entendimiento con el enemigo, sino por la inferioridad de sus tropas), cayó en Valladolid por las manos de la turba, unos días antes de que Cuesta diera batalla en los altos de Cabezón.
Desastres de la Guerra, número 39, Goya. |
Pocas veces la literatura española ha ofrecido una visión tan vívida y descarnada de nuestra Guerra de la Independencia contra el francés..
Habrá que bucear en la obra inglesa de Llanos, de Trueba, en las memorias de Van Halen, en otras memorias, diarios, epistolarios, etc., para encontrar el relato directo y sincero de aquellos turbulentos años de la vida española.
[i] Narración del cautiverio de don Juan Van Halen en los calabozos de la Inquisición en Madrid, y su fuga en 1817 y 1818; a los que se agregan, su viaje a Rusia, su campaña con el ejército del Cáucaso, y su regreso a España en 1821.
[ii] Traducción propia del texto original en inglés: “It is painful to record how many innocent men were sacrificed to the mad fury of a people always ready to exonerate themselves, and attribute their defeats to the treachery of leaders, when often they arose from their own want of discipline.—Cevallos, a general to whom the command of Segovia had been intrusted, and who was unable to prevent the French from possessing themselves of that city, (not, however, from his pretended understanding with the enemy, but from the inferiority of his troops,) fell in Valladolid by the hands of the mob, a few days before Cuesta gave battle in the heights of Cabezon. As soon as the latter general found that Cevallos was likely to be sacrificed to popular fury, he had sent to Avila, where he then was, a party of cavalry with orders to convey him safe to his presence, and have him tried; but principally with the intention of screening him from the ferocity of the people. Cevallos set off from that city accompanied by his wife and children, and escorted by the few cavalry soldiers who had been sent in search of him. In his way to Valladolid he suffered a thousand insults, and more than once had his life attempted. On coming within half a mile of Valladolid, the unfortunate man, as if foreseeing the fate that awaited him within the gates, and wishing to spare his unhappy wife the horrible sight of his death, alighted from the carriage, and mounting a saddle horse, pushed forward escorted by only two soldiers, the rest remaining round the carriage. The news of his approach had already spread throughout the city, and a crowd of the lowest rabble hurried along to the city gates. No sooner had he entered, than one of the market women cast a large stone at his head, which unfortunately struck him on the temple and brought him down. Immediately a mass of people, armed with all sorts of weapons, fell on his prostrate body, and in less than five minutes it was a mangled corpse. It will scarcely be credited, perhaps, that one of these tygers in human shape, after stabbing him with his knife, drank of the blood that gushed out from the wound! His fainting wife entered the city shortly after, and the barbarous populace, exulting in their cruelty, received her with the severed limbs of her husband stuck on poles, sticks, swords, and daggers! To such a pitch of frenzy had the wild effervescence of popular feeling arrived”.